Miguel Ángel Manganell (Granada, 1968). De niño quería ser Spiderman, por lo que se pasaba las tardes jugando con un pijama de invierno y un pasamontañas rojo, haciendo poses ante el espejo. Es de suponer que justo cuando se dio cuenta de lo grotesca que era aquella imagen dejó de ser niño. Tal vez porque la infancia es, básicamente, una forma de verse en el espejo.
Desde entonces ha querido ser muchas cosas, pero nunca ha vuelto a desear ninguna con un convencimiento tan rotundo como el que proporciona la inocente determinación de un niño lerdo. Así que ha pasado la mayor parte de su vida escribiendo y tirando lo escrito, dibujando monigotes, dejando que llegara la madrugada entre charlas y risas, en familia o ensimismado, contemplándose el ombligo. El resto del tiempo simplemente lo malgastó, estudiando primero Enfermería y luego Filología Hispánica, y trabajando de enfermero y como profesor de instituto. Si uno se para a pensarlo, da hasta cosa. Spiderman. Qué disparate.