Tres poemas de Origen de la niebla, de Francisco Javier Guerrero (Córdoba,1976, ganador del IV Premio Esdrújula de Poesía:

AVE FRONTERA
Hay pájaros que son providenciales,
que vuelan en los límites del cielo
lo mismo que el poema,
que cumplen, como el sol, un viejo pacto
de luces y espejismos.
Estos pájaros tienen las plumas amarillas.
Con el tiempo les van brotando los azules
debajo de las alas.
Sus picos desbocados fracturan la verdad
cuando cantan la tarde como un soplo
de ventanas abiertas,
con sus trinos latiendo entre las sombras.
A veces
se posan en pretiles o en balcones
para escapar a una isla,
perder el equilibrio y ser salvados
por cualquiera, evitando, quizás, una catástrofe.
Si alguna vez rescatas un ave de este tipo,
devuélvela a sus dueños.
No pienses que su ausencia es un espacio en blanco.

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
Un edificio en ruinas
en medio de un erial a las afueras.
Allí nos encontramos una vez por semana
para diferenciar el mito de la fe.
Las sombras de los bancos murmuran como lobos
sus viejas oraciones
mientras tatuamos frases sin sentido
en los huecos de nuestra anatomía
que permanecen libres.
Cuando no queda nada
el cuerpo es el hogar de las ficciones,
otro papel cualquiera para las Escrituras.
Él pone las agujas. Yo la tinta,
aerosoles
y máscaras. También
dibujamos grafitis
en los muros que siguen levantados.
No queda más remedio que llenar los espacios
con nuevas narraciones.
Los vacíos que fueron puertas y claraboyas
son el verbo de Dios.
Y en esos agujeros no se puede hacer nada.
Pero sí en el altar, en las columnas,
en el confesionario.
Gobiernan en silencio sin medida.
Estos días nos cuesta imaginar
el templo abarrotado de personas.
Sé que eso fue así, pero
me da la sensación de que nunca hubo nadie.

LA MESA DE LOS DIOSES
La ciudad es el pozo
donde Tántalo vive
con el agua hasta el cuello.
Por la noche rastrea
el día que ha perdido
entre cuatro paredes
hinchadas de violencia,
sabiendo que el camino
no será nada fácil,
porque el mundo se envuelve
en una confusión
que cobija y destruye.
Se sienta junto a cuerpos
sin nombre en las afueras,
donde la luz es breve
e inmortal como un dios
reflejado en sus sombras.
Las drogas de diseño
relevan el suplicio
por sol en las arterias,
la impotencia por hechos
insensibles al ansia.
La sed y el apetito
son estrellas fugaces.
No puede retenerlas.
Sus manos siembran sal
en los amaneceres.
Se lo ha ganado a pulso.

Lo tiene merecido por ser hombre. 

Tres poemas de La teja, de Jorge Ortiz Robla (Gran Canaria, 1980), Accésit del IV Premio Esdrújula de Poesía:

LIMONES AMARGOS
Soñé que estabas vivo,
que tus manos de nuevo creaban
palabras con sus gestos,
como un animal que ovillado
trasmite la herencia con su carne.

Descalzo avanzabas
y el silencio de tus pasos comprendía
la importancia de la voz
que como un ciclón
atravesaba las ventanas,
rompía las duras ramas del almendro
y tiraba las tejas que cubren la antigua casa.
Después en un segundo, junto a la higuera,
me envolvía un campo de cítricos perdidos.

Hay quien dice
que hay que coger los limones más amargos
e intentar crear lo más parecido a un zumo,
aunque este nunca nos resulte dulce.
Tal vez los sueños sean esos limones
que la magia nos brinda
para calmar la sed.

PATRIA
A los padres de nuestros padres.
Me dices pan y digo hambre.
Me dices color y digo trigo,
piedra alta y río estrecho.
Me dices patria
y pego fuego todas las banderas.

Porque padre dijo:
La patria es la tierra
que alimenta los tubérculos.
el macho que arrastra y labra,
la almendra que en su fruto cede,
el sustrato que acoge el dolor oculto
de todos nuestros muertos.

FOSILLIS
Aprendí de mi abuelo
la sutil manera
de acariciar el lenguaje
para que calmado acepte,
al igual que una holladura,
su nueva forma.

Como aquel animal
que enterrado y hecho piedra
supo llegar hasta nosotros.