Maravilla. Eso es lo que el lector encuentra al adentrarse en las páginas de este Verde Bestiario. El subtitulo, Microrrelatos vegetales, nos advierte que estamos siguiendo al autor en un itinerario que, junto con novelas y cuentos, ha frecuentado con constancia: narraciones brevísimas, dedicadas al mundo animal en La divina chusma (2011), a los objetos en Artefactos (2016). En este nuevo libro, los personajes de tales exploraciones nos invitan a escuchar otra clase de voces no humanas, las del mundo vegetal. Voces que resuenan con un timbre inesperado, ajeno a la palabra sentenciosa de las fábulas.
Tal vez la catalogación técnica de Verde Bestiario sea efectivamente la de «microrrelato» (aunque a veces más adecuada sería la de «microdramaturgia» y, en algunos casos, de «poema en prosa») pero algo la sobrepasa: se trata sobre todo de fulguraciones, de revelaciones que, desentendiéndose de ilusiones realistas, ofrecen la iluminación de una historia zen, como la de «El jardín incierto», donde las plantas ignoran si son desdichadas o felices, pues «mientras los gusanos les comen las raíces, las mariposas les alegran el día».
Rosalba Campra